la vida es injusta. es injusta y era injusta y será injusta porque así debe ser. lo sé y lo pienso cuando paso los dedos por toda tu cara y por tu espalda y recorro la forma de tus manos y no puedo guardar ese tacto en ningún sitio. entonces pienso que te voy a echar de menos, que ojalá vivir en este momento para siempre y pausarlo y que nadie me encuentre nunca porque estoy allí contigo y la forma de tu nariz y de tus labios guardada entre mis dedos. y es pegajosa y dulce y pausada como la miel y no quiero deshacerme de ella. quiero que me manche, que me tome y me tenga y me posea.
te pienso y te pienso y con todas mis fuerzas intento imaginarme cada detalle de ti, de tu voz, de cada mechón de tu pelo, de tus ojos y de la luz que quedó allí contenida en algún momento. esa luz, como si una estrellita se hubiese caído del cielo y hubiese decidido quedarse a dormir en tu mirada. yo también lo habría hecho si fuese ella. y ahora en tus ojos nace un destello que hasta parece que alumbra. ¿de dónde has salido?
guardo todos tus besos en mi piel y ahora son parte de mí y yo poco a poco voy grabando cada parte de tu cuerpo en mis labios para luego poder reconstruirlo. poquito a poquito. también intento meter las risas y las sonrisas y las caricias en una cajita, bajo llave. la llevo siempre conmigo a todas partes y cuándo me preguntan qué hay dentro no me salen las palabras.
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